SAN JUAN, PR – Agosto 2018 – Les voy a ser sincero, yo no soy de estar “a la moda”. Mi esposa y mis hijas saben más de los “fashion trends” que yo. Es más, si es una ocasión importante confío en ellas para que me vistan y me acicalen. Si ellas piensan que estoy bonito, por ahí lo sigo sintiéndome de a millón. Ahora bien, como investigador privado, entiendo muy bien la industria de la ropa y accesorios de diseñadores, porque esa industria necesita mis servicios como ninguna otra.
La mercancía de diseñador se reconoce como mercancía de alto valor no solo porque la crea un diseñador famoso, sino porque su confección es de mejor calidad que el resto. Los materiales que se usan y las técnicas que se utilizan para fabricar las prendas son sofisticadas y caras. Usualmente esta mercancía toma más tiempo en su manufactura. Todas estas cosas significan que estas piezas valen mucho más que las que no son de diseñador, o genéricas.
El problema con la mercancía impostora no es nuevo, lleva tiempo en las noticias internacionales. Para casi todas las piezas de diseñador, hay una versión falsificada. Todos sabemos de los que se van en un viaje de negocios a comprar mercancía en los “china town” de Nueva York, Los Angeles o San Francisco para suplir sus negocios de vender carteras, relojes, prendas o ropa de imitación. Lo lindo es que tienen clientes fieles que les compran esas piezas aun sabiendo que son imitaciones. Obvio, mientras más fidedigna es la imitación a la pieza original, con más ganas la compran.
El problema con esta cultura de querer tener algo bueno sin pagar por ello es que le hacen un daño real a las compañías que se dedican a diseñar y fabricar las piezas originales. No solamente porque dejan de hacer ventas, sino porque dañan su reputación. Cuando alguien compra, por ejemplo, unos mahones de imitación, la calidad del mahón no es tan buena como la del original. Las puntadas no son tan fuertes, y la tela del mahón no es de igual calidad. Las terminaciones son baratas y se nota.
Entonces alguien recibe un mahón que supuestamente es de diseñador como un regalo, lo usa, el mahón se estira, no queda bien, se deshila o se rompe rápido y la persona lo que piensa es: ¡esa marca de diseñador no sirve!
Por esas razones las compañías de marcas de diseñadores contratan a investigadores privados para que monitoreen el mercado y eliminen la competencia desleal creada por la industria de las imitaciones. Hay investigadores que se dedican a esto por completo. Estos investigadores se pasan todo el tiempo buscando imitaciones en los mercados negros y en el internet. Una vez identifican una imitación, la compran y proceden a investigar su historial.
Entonces se comienza un proyecto investigativo bastante extenso, porque el problema real no es el vendedor que te ofrece la imitación en la calle sino la madeja de distribución y fabricación que está detrás.
Una vez se identifican las fuentes de donde proviene la imitación, el investigador envía una carta de cese y desista, donde se detallan las consecuencias si la persona o compañía no detiene la elaboración y distribución de la mercancía falsa. Entonces comienza la batalla legal, donde el investigador trabaja mano a mano con los abogados para demandar a los falsificadores y detener su negocio.
Pero la batalla contra las imitaciones es bien cuesta arriba. En aduanas de Estados Unidos se embargan más de $200 millones al año en mercancía falsificada, y eso es solo lo que proviene de la China. En Los Angeles nada más se venden más de $2 millones anualmente. El mercado de falsificaciones internacional sobrepasó los $6 billones hace más de una década.
¿Por qué esto es importante? Porque el dinero que las compañías de diseñadores se gastan en investigaciones y batallas legales se lo tienen que pasar al consumidor en la venta de sus productos, lo que hace que las mercancías reales de diseñador sean más caras todavía. Pero esas siguen siendo las mercancías de alta calidad, que no se van a romper en un mes y que se van a ver bien al pasar de los años, o sea, una inversión real en vez de un gusto pasajero.
Mi opinión – si usted tiene gusto de Ferrari pero presupuesto de Yaris, póngase a ahorrar o cambie de trabajo para comprarse lo que usted quiere. Pero no dañe una industria fidedigna que está haciendo las cosas bien para proveer mercancía buena por querer aparentar lo que no es. Déjese de malas mañas, y no compre imitaciones o mercancía falsificada.
Fernando Fernández, PI, BAI, CCDI, CDRS, CII, CAS, CHS-II
Presidente - Covert Intelligence, LLC
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