SAN JUAN, PR – SEPTIEMBRE 2019 – En la mañana del domingo 4 de agosto sucedió el segundo tiroteo masivo en 24 horas en los Estados Unidos, y el tercero de esa semana. Connor Bretts, autor de la masacre, mató a nueve personas en Dayton, Ohio, entre ellas su hermana de 22 años. Bretts fue asesinado por la policía 30 segundos después de haber comenzado a disparar.
Como es costumbre en estos casos, Bretts no parecía ser un joven violento. No tenía historial criminal, ni una sola mancha en su récord, lo que le facilitó la compra de un rifle calibre .223 con espacio para municiones extra. Tenía varias listas de compañeros de clase que quería matar y violar. También tenía una fascinación con los tiroteos masivos y sus creadores.
El FBI procedió a incautar las pertenencias de Brett, entre las cuales se encontraron dos teléfonos. Uno de ellos es un celular Samsung, al que ya se tiene acceso. Su otro “smartphone”, que se considera su teléfono principal, no se ha podido desbloquear. El director del FBI, David Bowditch, explicó que de todos los artículos personales, este es el único al que no se ha podido tener acceso. El celular tiene una contraseña de al menos seis u ocho dígitos. Las autoridades se podrían tardar meses, hasta años, en descifrar el código.
No es la primera vez que las autoridades tienen este problema. En sí, creo que tener este problema en primer lugar dice mucho de la situación de violencia en los Estados Unidos. Pero esos son otros 20 pesos. En el 2015, los agentes del FBI demandaron a Apple para que ayudara a descifrar la contraseña del asesino que masacró a 14 personas en San Bernardino. La demanda se cayó antes de poder llegar a una determinación, porque el FBI la retiró tan pronto lograron acceder la información en el celular.
¿Por qué esto es un problema? ¿Por qué se quiere abrir este celular, si Bretts está muerto y se sabe que fue él quien llevó a cabo esta barbaridad? Las contestaciones a estas preguntas caminan por una línea finita. Entre “así podemos aprender a evitar que algún sospechoso lleve a cabo un plan fatal” y “podemos invadir la privacidad de alguien y, no sé, acusarlo de algún crimen falso”. Esto da miedo. Entiendo que queremos saber qué estaba pasando por la mente de este individuo, queremos aprender a evitar y educar al público, etc., pero esto puede crear un precedente que traerá más confusión que beneficios.
Por otro lado, a lo mejor este loco no andaba solo. ¿Y si en ese teléfono hay evidencias de otras personas igual de locas que lo apoyaban, o peor aún, lo ayudaban? La realidad es que en el momento en que abrió fuego y cometió los asesinatos, Bretts perdió cualquier derecho a la privacidad, vivo o muerto.
El criminal murió, hizo lo que hizo. Hay que enfocarnos más en crear leyes que protejan al público de estos criminales que tienen luz verde de parte del estado para conseguir estos rifles peligrosísimos. Pero, abrir ese teléfono es una parte importante de la investigación, y también puede jugar una parte importante en evitar crímenes de ese tipo en el futuro. Si en ese otro teléfono se encuentra información de alguna ganga de idiotas supremacistas, y se pueden atrapar antes de que hagan otras barbaridades, eso también es una medida de prevención.
Fernando Fernández, LPI, BAI, CCDI, CDRS, CII, CAS, CHS-II
Presidente - Covert Intelligence, LLC
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