SAN JUAN, PR – Abril 2019 – El acoso (físico o verbal) y la invasión de espacio personal han dado mucho que hablar en los pasados años. Con todos los casos que han salido a la luz pública sobre abuso sexual en la farándula y la política, es una conversación que no se puede ignorar. En las redes sociales se ha popularizado el movimiento #MeToo, creado por Tarana Burke en el 2017, como respuesta a las acusaciones del productor cinematográfico Harvey Weinstein.
Este hashtag trajo a la luz incontables casos de abuso a mujeres y minorías, principalmente por hombres que abusan de su poder. Y aunque estas anécdotas llevaron a muchas mujeres a hablar, creo que no se ha tomado en cuenta el impacto que este movimiento puede tener en nuestros niños.
Algunos padres tienen la mala costumbre de manipular el espacio personal de los niños para cumplir con ciertas normas sociales. Suena severo, pero eso es lo que sucede cada vez que le dices a tu hijo/a “dale un beso a la tía”, “dale un abrazo al abuelo”, “saluda con un beso, no faltes el respeto”. Muchos ni saben que es una costumbre dañina para los pequeños, usualmente porque son niños y se ven obligados a obedecer aunque les incomode.
En un mundo donde cualquier persona puede pasarse de la raya en cualquier momento, hay que enseñarle a nuestros niños sobre el consentimiento. Mientras van creciendo hay que inculcarles que ellos tienen control sobre su espacio personal y sobre qué contacto quieren tener (si alguno) con familiares, amigos, etc. El simple gesto de explicarles que tienen una opción y dejar que tomen la decisión hace toda la diferencia. Queremos que se puedan defender y hablar cómodamente de sus experiencias, aun cuando no estamos ahí con ellos. Para eso, tenemos que darles las herramientas que necesitan. Ninguno nace sabiéndolo todo. Y lo más importante, hay que creerles cuando denuncian una situación que les incomoda.
Liz Kleinrock, una maestra de tercer grado en California, tuvo el mismo pensamiento. Es por esto que decidió darle a sus pequeños una clase centrada en consentimiento. Le explicó a los niños mediante una tabla qué es consentir, cómo se hace, y qué pasa cuando no damos permiso.
Para empezar, la tabla explicaba la definición de “consentimiento” (dar permiso, decir “si” o “no”). También explicaba detalladamente en qué situaciones se necesita el consentimiento. Algunos ejemplos son: dar abrazos, pedir cosas prestadas, dar besos, compartir, o tocar a otra persona.
Presentó ejemplos de consentimiento claro y positivo (“¡Si!”, “¡claro!”, “¡ok!”, “lo permitiré”). Kleinrock incluso habló sobre el lenguaje no verbal y cómo proceder cuando una persona dice algo con su cuerpo contrario a lo que dicen sus palabras. Este aspecto es importante porque el lenguaje corporal suele ser la parte más honesta de la comunicación. A veces accedemos a cosas verbalmente solo por miedo y no porque honestamente queramos.
La maestra finaliza su lección pidiéndole a los chicos que escriban sobre lo que entienden del consentimiento y preguntándoles qué harían en ciertas situaciones que requieren el uso del mismo. Puntualiza que durante sus clases ni siquiera se menciona el contacto sexual. “A la gente le da trabajo entender esto por la conexión que existe entre el consentimiento y el sexo, pero ni siquiera se me ocurrió hablarles de eso. Mis estudiantes tienen 8 y 9 años. Se trata de respetar el espacio de otros y las interacciones entre ellos”, comentó.
Es hora de hablarle a nuestros hijos sobre el control y la autonomía que les pertenece y tienen derecho a defender. Solo así podemos inculcar respeto y valores que luego resultarán en adultos conscientes. Usualmente pensamos que los niños no están preparados para escuchar ciertas cosas. Pero, si no es ahora, ¿cuándo lo escucharán? Dale crédito a tus niños. Tienen más capacidad de lo que crees.
Fernando Fernández, LPI, BAI, CCDI, CDRS, CII, CAS, CHS-II
Presidente - Covert Intelligence, LLC
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